La teoría nos dice que es necesaria su definición y supongo que en todas las carreras relacionadas con el management lo contemplan dentro de alguna de sus asignaturas. La visión, la misión y los valores parece que deban de escribirse en mayúsculas y aunque muchos de los conceptos teóricos del mundo empresarial han quedado obsoletos con el paso del tiempo y ya se consideran démodés, estos en concreto parece que se resisten a pasar al listado de ejercicios inútiles y cada vez ganan más vigencia.
Su complejidad, al menos para mi, supongo que debido a alguna relación inherente a mi perfil técnico o simplemente a la falta de práctica en el ejercicio de proyectar futuros lejanos, reside en la definición de la visión. Estoy seguro de no estar solo.
Definir la visión, bajo el concepto de aquello que es inalcanzable y como he leído por ahí “saber desde el principio, lo que se quiere”, es complejo. O al menos lo es tener la seguridad de que el ejercicio ha llegado a su fin sin fisuras, cerrado al 100% y que no necesita ser revisado.
Me quedo con unos cuantos atributos que pienso que aportan claridad a la hora de crear esa frase breve que debe de guiar el barco hacía un horizonte que no será alcanzado nunca:
La visión debería de ser operativa, desafiante e inspiradora.
De los tres adjetivos, en el punto en el que me encuentro, destacaría mi deseo de que mi visión fuera sobretodo inspiradora. Inspiradora para el equipo del proyecto. Algo que realmente pueda alinear posiciones.
De hecho buscando esta inspiración fue como llegué a encontrar mucho sentido al ejercicio de definir visión, misión y valores y así es como finalmente lo vendí al resto del equipo.
Señores, tenemos que realizar un ejercicio. Debemos de pensar y redactar nuestra visión, nuestra misión y los valores que nos mueven. Y este ejercicio nos va a servir para escribir nuestro ADN. Y sobre ese escrito se hace un pacto. Y aunque nadie debe de negarse el derecho a cambiar de opinión, si en un futuro dudamos de qué somos o de la dirección que estamos tomando, revisaremos el ADN que firmamos y saldremos de dudas.
Después de esto, nos pusimos manos a la obra y en una cocina que hace las veces de despacho, como mandan los cánones del más puro y original estilo startup, dibujamos nuestra visión-misión para luego definir nuestros valores. Para estos últimos, utilizando la técnica de grupo nónimal (TGN) que resultó muy práctica, por resolutiva y ágil.
Este post se escribió escuchando la Opera proibita de Cecilia Bartoli.